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Iba saliendo de un establecimiento comercial en Phoenix, Arizona, cuando una voz ronca y profunda me abordó. “Escuché que se dedica al periodismo y a escribir”, me refirió, “me gustaría hablar con usted”. Era un hombre de facciones gruesas, moreno y corpulento, curtido por el trabajo y los embates de la vida. Eso supuse… “Aquí tiene mi tarjeta, llámame por favor, creo le puede interesar”, me provocó. Leí su nombre, José Aguilar, su puesto, Director General, su negocio, Volviendo a Vivir, Centro de Rehabilitación. A los días volví a escuchar por el auricular esa voz rasposa. Entonces decidí, conmovido, acudir en persona con don José, quizá para evitar que hiciera un mayor esfuerzo al hablar por teléfono. Cuando llegué al recinto, ubicado en zona marginal, me impresioné al comprobar que, en efecto, operaba un centro para rehabilitar alcohólicos. Luego de los saludos le pregunté: “¿Por qué tiene esa voz así, es normal o está usted enfermo?”. “De eso quiero hablarte, propuso, la voz la tengo así por haber bebido mucho, es la voz de ex alcohólico, del vagabundo o 'homeless' buscando un trago o dónde dormir. Hice y padecí muchas tragedias, y puedo recaer, por eso quiero contarte de mi historia, algo habrá de servir, aunque sea para salvar a una sola vida, antes de que acabe la mía”...Al verle y escuchar su honesta confesión, remotamente pensé, podría saber entonces —podríamos todos saber— cómo es que un ser humano llega a los límites de la autodestrucción, cómo visualiza a la sociedad que lo margina, a quiénes culpa y por qué. Y, sobre todo, podríamos saber cómo es que logra transformarse hasta ser un abstemio. Ya no se dijo más, solamente encendí mi grabadora y durante días nos pusimos a platicar. Así brotaría este libro, así empecé a escuchar pasajes de penurias y humillaciones, pero también capté que habría un final feliz. Don José, migrante de Jalisco, México, había encontrado una misión que le daba los últimos respiros: salvar a las víctimas del alcohol para evitar que continúen los mismos dramas y reintegrarlos a la sociedad. Por eso ahora escucha que le llaman Padrino de parte de cientos y cientos de mexicanos, latinos y hasta de migrantes europeos que rescata de la bebida. Don José lo reveló así, con su poderosa voz y el brillo de la satisfacción en los ojos: “Después de una vida de desorientación y sufrimientos, aquí encontré el sentido de vivir. Descubrí que mi misión es ayudar al prójimo, ofrecerle toda mi experiencia, conocimientos, para el funcionamiento de este lugar que rescata a alcohólicos”. Extrayendo desde el fondo de su ser ese impulso sagrado de volver a vivir, don José, con sus propias palabras, narra con frescura pasajes claves y el perfil de su vida en estas entrevistas fruto de los encuentros casuales y del trajín cotidiano... pero también fruto de aquel periodismo que todavía busca en las calles la noticia transformadora o el personaje anónimo que cambia no sólo la rutina de un día sino a veces la de toda la vida… Manuel Murrieta Saldívar California State University-Stanislaus Modesto, California,